Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Elemental, Dr. Freud

 

Anna no podía caminar, era paralítica. La enfermedad comenzó al morir su padre. Le avisaron que estaba en un hospital muy mal y cuando llegó por él ya había fallecido. El lugar estaba lleno de enfermeras. A partir de ese momento le vino la parálisis.

Eso fue lo que le dijo Anna O. al doctor Josef Breuer. Éste se dio cuenta que el problema no era fisiológico e invitó a su colega, Sigmund Freud, a tratar a la paciente. Estos descubrieron que Anna sí podía caminar cuando se le daba la orden bajo los efectos de la hipnosis, pero una vez vuelta a la realidad caía en la parálisis.

Combinando ese tratamiento con sesiones en el diván, en las que Freud la hacía recordar qué era lo que realmente le había sucedido a su padre, descubrió el médico la verdad: Anna encontró a su padre en un prostíbulo y las supuestas enfermeras eran en realidad prostitutas. La impresión fue tan fuerte que ella quedó trastornada y cambió inconcientemente el prostíbulo por un hospital. Quedó, además, paralítica.

Fue la primera vez que Freud se topó con un caso de histeria y el tratamiento que le sirvió para curar a la paciente (Bertha Pappenheim, era su verdadero nombre) se convirtió en el Psicoanálisis.

Sigmund Freud murió el 23 de septiembre de 1939, víctima de un cáncer de mandíbula que le ocasionaba dolores tan fuertes que lo orillaron a pedirle a un amigo que le suministrara una sobredosis de morfina que le causó la muerte. Durante 16 años se sometió a 33 operaciones quirúrgicas que no lograron eliminar definitivamente el mal.

El apasionante caso de Anna O., se conoce gracias a los escritos de Freud y a las posteriores difusiones en cine y teatro. Montgomery Clift interpretó el papel de Freud en “The Secret Passion”, película de 1962 que en español se llamó “Freud, Pasiones Ocultas”. Susannah York es Bertha Pappenheim en el filme.

Henry Denker, por su parte, escribió una magnífica obra de teatro que se llamó originalmente “The Far Country”: ese país lejano que es nuestro inconciente y que Freud nos enseñó a descubrir. En español, titulada “El Hilo Rojo”, fue representada en dos exitosas temporadas teatrales, la primera con Augusto Benedico y la segunda con Ignacio López Tarso.

El título, el Hilo Rojo, se refiere a uno de los postulados de Freud: Los fantasmas de la vida sexual del adolescente “se insertan en las investigaciones sexuales infantiles abandonadas en el curso de la infancia”, o más bien se constituyen sin perder el hilo rojo del deseo que las amarra a las fantasías inconscientes que, recordemos, son a su vez el deseo “prematuro de un amor pasional”.

Viena y otras ciudades le hacen homenajes este 23 de septiembre al Padre del Psicoanálisis a 70 años de su muerte (también su obra pasa a ser del dominio público), pero tal vez la más amplia y variada colección de recuerdos del psicoanalista se encuentren en el Museo Freud, en Londres.

Estuve ahí hace años. Está ubicado en el número 20 de Maresfield Gardens, en Hampstead. Se puede llegar en el Metro (allá le llaman Underground o “The Tube”). Hay que trasladarse a la estación Finchley Road, cercana a la que fue casa del eminente investigador de la mente, y luego caminar un poco.

Lo que más llama la atención en el museo es el diván, el original que Freud utilizaba en las sesiones de tratamiento psicoanalítico; también, desde luego, su biblioteca y la colección de reliquias de arqueología.

Aunque el analista nació en Freiber, Moravia (actualmente Príbor, República Checa) y tuvo su consultorio en Viena, en el número 19 de la calle de Berggasse, el último año de su vida lo pasó en Londres (en la casa que actualmente ocupa el museo), a donde llegó exiliado huyendo de la persecución nazi contra los judíos.

El cine y el teatro se ocuparon en otras producciones del famoso médico vienés, además de las mencionadas. “Feliz nuevo siglo, doktor Freud”, de Sabina Berman y con Ricardo Blume en el papel del psicoanalista se representó no hace mucho en México en el Teatro El Galeón, de la Ciudad de México.

 

El problema final

Y en el cine, imposible olvidar la película que en español se llamó “Elemental, Dr. Freud”, con Alan Arkin como Freud. El título en inglés es “The Seven Per-Cent Solution” y está basada en una novela de Nicholas Meyer en la que “se descubre” que Sherlock Holmes no murió en las cataratas de Reichenbach, en Suiza, a manos del profesor Moriarty, como “nos había hecho creer” Arthur Conan Doyle en “El Problema Final”, sino que su amigo, el doctor Watson, lo lleva con engaños a ver a Freud a Viena para que lo cure de su adicción a la cocaína.

De ahí el nombre de la película: “La solución del siete por ciento”, que era la proporción de droga que Holmes diluía para ingerir.

La primera vez que Watson-Conan Doyle describe cómo emplea Holmes su método de deducción es en “Estudio en Escarlata”, novela en la que el detective conoce al que será el narrador de sus aventuras, el doctor John H. Watson.

Pero Meyer narra el encuentro con Freud y la capacidad de deducción de Sherlock de manera fascinante y ejemplar, lo que nos da pie para concluir este Personajes con el resumen que hizo Daniel Samoilovich, refiriéndose a la novela de Meyer, hace casi treinta años.

Por una parte, se plantea al lector en este resumen la posibilidad de que deduzca igual que lo hizo el detective y por otra obtenemos un magnífico retrato de la personalidad de Sigmund Freud:

En cuanto Sherlock entra al consultorio hace una serie de observaciones “que le permiten sacar conclusiones sobre las actividades y la personalidad de Freud…”:

1.- Hay mucho polvo en el estudio. Sin embargo, los volúmenes de Shakespeare y Dostoievsky están limpios en la biblioteca.

2.- En la misma, las ediciones del Corán, de la Biblia en versión del Rey Jaime, y el Libro de los Mormones están separadas de las elegantes ediciones del Talmud y la Biblia en hebreo. Hay también muchos libros de medicina en francés.

3.- Son las cuatro de la tarde. El candelabro tiene siete brazos.

4.- En la pared hay un diploma de médico y alrededor pequeños rectángulos donde la pintura de la pared es algo más pálida.

¿Cuáles son las conclusiones que Sherlock Holmes, sin saber previamente nada de Freud, pudo sacar de estas observaciones? ¿Cómo dedujo, por ejemplo, que el médico vienés tenía sentido del honor, cualidad de suprema importancia para un caballero del imperio británico?

Medite antes de pasar a los párrafos que siguen, con las respuestas.

Las conclusiones de Sherlock son: Freud es un brillante médico judío que estudió en Francia algunas teorías de avanzada que en Viena le han ganado la enemistad de la comunidad médica, hasta tal punto que varios hospitales y sociedades médicas han llegado a cortar relaciones con él, excluyéndolo. De hecho, ha dejado de practicar la medicina clínica. Le gusta leer a Shakespeare y Dostoievsky, posee sentido de honor y no comparte su estudio con nadie.

Explicación: Según el propio Holmes responde para satisfacer la curiosidad de Freud, la forma en que infiere sus conclusiones es la siguiente: del polvo acumulado, deduce que el estudio es propiedad exclusiva de Freud, y que inclusive no se le permite a la empleada de la limpieza hacer su trabajo ahí.

Sabe que Freud es judío porque ‘cuando a un hombre le interesa la religión por curiosidad, pone todos los libros sobre el tema en un solo lugar’; sin embargo, las ediciones de libros de religiones  diversas están separadas de los libros en hebreo, que muestran así tener una importancia especial, no solo relacionada con la cultura general de su dueño. El candelabro de siete brazos –menorá- confirma esa hipótesis.

Que Freud es médico lo sabe por el diploma; que estudió en Francia, por la profusión de libros de medicina en francés; que ha sido excluido de varias sociedades médicas, por los pequeños rectángulos pálidos que rodean al diploma de médico, en torno al cual los profesionales suelen colocar otros diplomas relacionados con su actividad.

El hecho de que Freud retirara los diplomas de sociedades médicas cuando éstas lo separaron como integrante de las mismas muestra que tiene sentido del honor; en caso contrario, hubiera intentado seguir aprovechando el prestigio de esos diplomas que sin duda en algún momento le importaron lo bastante como para exhibirlos.

Que ha dejado de ejercer la medicina fuera de su estudio se deduce de que son las cuatro de la tarde y está en él.

Que le gustan Shakespeare y Dostoievsky se nota, porque la falta de polvo muestra que los lee con frecuencia.

Un dato curioso: Sherlock también deduce que a Freud le gusta jugar a las cartas.

Holmes no explica en el libro de Meyer cómo llegó a tal conclusión.

¿Hay alguna sugerencia?

En anteriores Personajes he abordado a los centrales de éste, el 5 de mayo y el 24 de noviembre de 2008.

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